EL PAIS 30 DE AGOSTO DE 2007. A PACO UMBRAL


A Paco Umbral
Juan Pinilla Martin - Huétor-Tájar (Granada) - 30/08/2007
Señor Director de El Pais,
No es normal que un cantaor de flamenco se aventure a hablar sobre literatura, pero en mi caso me siento obligado por la emoción a dedicar unas palabras para Paco Umbral. A través de su obra, que comencé a leer con 12 años, cuando apenas si comprendía la genialidad de sus irónicos artículos o la inmensidad de sus descripciones, aprendí a amar la literatura y descubrí el verdadero placer de la lectura. Gracias a él me convertí en un lector empedernido. Umbral me llevó a Baudelaire, lo mismo que me llevó a Sartre, o a Gómez de la Serna, García Márquez, Proust o Saramago. Me hizo reír, reflexionar, llorar, amar, comprender... Durante mi adolescencia fue uno de mis mejores amigos y fiel aliado en los momentos de soledad. Junto con el flamenco, sus libros copaban la mayor parte de mis días.
Confieso que varias de sus obras me han marcado profundamente. Recuerdo ese nudo en la garganta desde el principio hasta el final leyendo Mortal y rosa o El hijo de Greta Garbo. Umbral me enseñó a amar Madrid y a las mujeres de una forma más profunda.
Alguien dijo de él que era todo un género literario, sin duda uno de los mejores escritores en prosa del siglo XX; para mí, el mejor. No imagino mis mañanas sin Los placeres y los días, ni mis próximos años sin algún título nuevo firmado por él. Hasta siempre, maestro

PUBLICADO EN EL OLIVO POR PACO VARGAS


Si tuviera que elegir una palabra para definir a este joven cantaor granadino no lo dudaría: afición, pues sobre ese concepto, tan poco valorado en los tiempos que corren, descansa la corta pero intensa carrera artística del cantaor que traemos a esta sección. Echemos un vistazo a su perfil biográfico para certificar lo dicho:
Juan Pinilla Martín, “Juan Pinilla” para el arte, nació en Huétor-Tájar en 1981 en el seno de una familia obrera de aficionados al flamenco donde la música que amamantaba su infancia era la de Chacón, la Niña de los Peines, Marchena, Caracol, Mairena, Manuel Vallejo, El Gloria o El Carbonerillo. Pero se aficionó decididamente tras asistir al concurso de cante flamenco de Loja en el año 91, donde sintió en primera persona el dolor y las fatigas de quienes cantan como mejor saben para alcanzar un premio. Años más tarde comenzó la carrera universitaria de Traductores e Intérpretes en la capital de la Alhambra, entablando contacto con el mundo del flamenco granadino y aprendiendo de Curro Albayzín, Curro Andrés, Paco Moyano, José Carlos Zárate y Francisco Manuel Díaz, todos ellos cantaores y guitarristas locales que le abrieron las puertas de los primeros secretos del cante. Paralelamente entabló amistad con Francisco Ávila, gran aficionado de Montefrío, que le introdujo en las formas de Manuel Ávila, Chacón, Tomás Pavón y Manuel Vallejo. Aprende con rapidez y poco a poco se va abriendo camino en el mundo del flamenco granadino, logrando sus primeros premios en los concursos de Íllora y Granada; a los que se añaden los obtenidos en Almería, Málaga o Barcelona. Con este bagaje se enrola en la compañía del guitarrista José Carlos Zárate y la escritora Paula Marín lo lleva por primera vez a la Peña La Platería, de la que más tarde sería miembro de su junta directiva. Posteriormente visitó países como Alemania, Polonia, Irán, Dinamarca, República Checa, Japón, Portugal o Austria. Y compartió cartel con figuras cuales son Fosforito, Juanito Valderrama, Chano Lobato, Luis el Zambo, Miguel Poveda, Marina Heredia o Rancapinos. En el Festival Internacional del Cante de las Minas ha obtenido hasta siete primeros premios –en distintas ediciones-, alzándose en 2007 con la “Lámpara Minera”; siendo así el único cantaor granadino que posee esta distinción en la actualidad (El último en ganarla fue Manuel Ávila, su maestro, fallecido en 1993). Asimismo, ha participado en programas de televisión y radio de cadenas nacionales e internacionales, ha colaborado en varias antologías de cante flamenco y en la grabación que acompaña al libro “The song of the outcast” del escritor británico Robin Tottem. Tras su sonado triunfo en La Unión, prepara la grabación de su primer disco en solitario con el sello RTVE.
Paralelamente, cabe destacar su labor como estudioso e investigador de flamenco, con trabajos -aún por concluir- sobre los cantes de Granada y las biografías de Cobitos y Manuel Ávila; y como colaborador en el diario “La Opinión de Granada” y la revista especializada EL OLIVO.
Ya me dirán si no es admirable la trayectoria de tan joven artista. Pero ahora le llega lo más difícil: demostrar en cada uno de los escenarios que pise –que van a ser muchos- que no estábamos equivocados los que siempre vimos en él al cantaor fiel a una escuela, la del cante escondido en los rincones más lúcidos de la memoria. Manuel Ávila, ya en el altito Cielo, estará sonriendo al ver que el tiempo le ha dado la razón. Y Juan Pinilla, que está en la Tierra, debe seguir siendo fiel a sí mismo.

© Paco Vargas. Marbella, agosto de 2007

Crítica del Concierto en La Rioja


Pablo G. Manchao II Ciclo Flamenco de Bodegas Riojanas. Cante: Juan Pinilla; toque: Luis Mariano. Auditorio de Bodegas Riojanas en Cenicero: Lleno. Jueves 15 de noviembre de 2007


Bodegas Riojanas recuperó el jueves el flamenco en su coquetísimo auditorio de Cenicero, y lo hizo por todo lo alto. El cantaor Juan Pinilla, ultimísima Lámpara Minera de la Unión, desgranó un concierto profuso, repleto de matices y con la intensidad propia de una persona que ama y estudia el flamenco, que conoce la poesía popular del cante pero que también se estremece con José Hierro o nuestro Buscarini, al que citó sin ambages y sin dárselas de nada. Y así fue su recital, un verdadero paseo por las fuentes del Flamenco, desde Juan Breva a ‘El Carbonerillo’, que cantaba casi llorando, se diría que susurrando las coplas.Y lo cierto es que este joven granadino demostró poseer un conocimiento enciclopédico de los estilos, pero más allá de su saber y de su capacidad pedagógica para enseñar el cante, destaca su forma de sentir cada palo. Cantó por levantes e hizo una levantica prodigiosa, al igual que en los paseos que realizó por los cantes abandolaos de Málaga. Sin embargo, llegó la caña, la bellísima caña flamenca, y se olvidó del academicismo para acordarse del viejo Rafael Romero ‘El Gallina’. Y Pinilla se sintió cantaor con la maravillosa fragancia que desprendían las naves de barricas inundándolo todo. Para este cronista fue la cumbre de una noche larga y compleja como un mapa-mundi. Juan Pinilla es un cantaor insultantemente joven, posee sensibilidad, gracia y espíritu; ama el flamenco y hace que a su alrededor dimane esa sensación de sobriedad y armonía en la que Luis Mariano, con su magnífica guitarra, nos hizo levitar.