UN CURSO QUE DA EL CANTE




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Un curso que da el cante

Varios profesores universitarios y el cantaor Juan Pinilla se proponen enseñar el 'abc' del flamenco en un ciclo de 30 horas

El cante flamenco - además de que nadie ha logrado ponerse de acuerdo sobre sus orígenes- es la única tradición oral del mundo que ha toreado con éxito los envites de la globalización y cada día gana más adeptos. Por lo menos, esa es la teoría de Rafael Delgado Calvo-Flores, catedrático de Farmacia de la Universidad de Granada «y poeta». Así se presenta él mismo en la Corrala de Santiago, un edificio del siglo XVI ubicado en mitad del populoso barrio del Realejo, a los pies de la Alhambra.

En estas calles, plagadas de guitarrerías, se sabe bien que este arte llena teatros y academias de todo el mundo desde hace unas tres décadas. Otra cosa es que el público, nacional o extranjero, conozca y distinga las nociones básicas de la disciplina. Aunque, según defienden algunos de los gurús contemporáneos como José Mercé: «Para que te guste el flamenco no tienes que entender de nada, sólo sentir y que te llegue al corazón».
Una singular camarilla de profesores universitarios de Granada, además de suscribir la afirmación de Mercé, crearon hace un año el grupo de Estudios Flamencos de la UGR para fomentar el conocimiento de este arte en todas sus vertientes. Los docentes gozan de una peculiar aleación: estar formados en disciplinas científicas y ser entusiastas del folclore andaluz.
Encabezados por su entregado coordinador, el gaditano José Antonio Esquivel, profesor de Prehistoria y Arqueología, andan enfrascados estos días en resolver un problema casi tan complejo como los Siete Enigmas Matemáticos del siglo pasado. Pretenden capacitar a los alumnos -en un curso homologado de 30 horas (del 20 al 24 de septiembre)- para que conozcan y distingan los palos esenciales. Casi nada. Lo que a ellos les ha costado años, pues en una semana.
Cuentan con la ayuda fundamental del cantaor granadino Juan Pinilla, ganador de la Lámpara Minera en 2007, el galardón más importante de la actualidad. «El flamenco sale de dentro, no tiene pentagrama, pero tiene el compás. El pentagrama del flamenco es el compás», apostilla Rafael Delgado Calvo-Flores. Y esa es la espina dorsal que van a seguir los docentes para enseñar a los alumnos a distinguir lo que muchos buenos aficionados ya quisieran para sí...
Tras una introducción general en la primera jornada, los asistentes al curso de verano se tendrán que enfrentar con una cruda realidad. Existen más de 60 palos en el flamenco, pero sólo aprenderán siete de ellos, los fundamentales. En primer lugar, y para ir abriendo boca, deberán reconocer dos cantes de fiesta fundamentales: los tangos y las bulerías. A saber.
Los tangos son un estilo de rítmica muy viva y acentuada. Su ritmo alegre permite que sea interpretado al baile con movimientos de gran brillantez y expresividad. Y el quid de la cuestión: su compás es de cuatro. «Esto es, para ejecutarlo hay que imaginar que se dan cuatro palmas, pero se omite el sonido de la primera», explica Pinilla. Aunque Camarón tiene detractores y amantes por igual en el mundo flamenco -por sus innovaciones musicales y heterodoxia- basta recordar uno de los temas que inmortalizó, 'Como el agua', para caer en la cuenta de lo que son unos tangos.
Las bulerías, sin embargo, tienen compás de 12: un ritmo dividido en doce golpes, que, dicho sea de paso, es el más frecuente en el flamenco. Es el palo más complejo. Y el compás suele ser redoblado y se presta al jaleo y las palmas. En su variante más frecuente se marcan más los tiempos 3, 6, 8, 10 y 12. Pero ojo, apuntan los que saben, pese a esta suma de factores para reconocerlas hay que tener en cuenta que suena a bulería, bulla, griterío, jaleo o burlería y burla, como defienden otros. Las letras suelen ser intrascendentes. Como ejemplo: 'Esta noche me mudo. Me llevo un chisme. Yo me llevo el caldero. Aunque me tizne'. Y, para nota, suele ser el baile con el que se remata toda juerga flamenca.
El mundo de los fandangos
En el segundo día de aprendizaje y práctica del arte andaluz, los alumnos se enfrentan a saber qué es un fandango y a reconocer algunos de sus derivados. «Hay que hacerse a la idea de que existen 44 tipos de fandangos. Tener un concepto general de este palo y saber hacer sus palmas es suficiente para un no iniciado, que es el perfil del alumnado de 'Los palos básicos del cante flamenco. El compás'», comenta Carlos Orte, secretario del Grupo de Estudios Flamencos de la UGR.
Con reparar en que los fandangos son muy melódicos y tienen una métrica ternaria, dividida en tres, como las sevillanas, además de versos octosílabos y un frecuente empleo de castañuelas es más que suficiente. En Huelva son típicos y se presentan de manera prolija; pero en Málaga son característicos y se presentan como verdiales; en las provincia de Murcia, Albacete y Alicante son más conocidos como malagueñas; y en la zona de influencia granadina, caso de Almería, son popularmente llamados fandanguillos. En La Alpujarra, el fandango constituye el baile típico del Trovo.
Simplificando, los más representativos son los de Huelva y las palmas se tocan como sigue, léanse las mayúsculas con más fuerza: UN dos tres, UN dos tres, UN dos tres. La forma más flamenca de marcar este compás es el palilleo, que consiste en hacer sonar el puño cerrado para el tiempo 1 y en abrir los dedos progresiva y rítmicamente para los tiempos 2 y 3. Acompañado de una letra fandanguera resulta más fácil el acercamiento: 'Acero... Calle Real del Alosno, con tus esquinas de acero, es la calle más bonita, que pisan los alosneros, cuando la luna se quita'.
Las alegrías
En el tercer día de práctica flamenca llegan las cantiñas y su forma más conocida: las alegrías. La clave para distinguir las alegrías y otras cantiñas es el 'tirititrán, tran, tran' con el que suelen introducirlas los intérpretes. Pero si se escucha un 'tirititrán' lo normal es que se vayan a cantar unas alegrías, porque si se van a hacer cantiñas, es decir, un revuelto de varios estilos u otro cante -mirabrás, caracoles...-, se suele omitir esa entrada.
Las alegrías definen el sentir de la provincia de Cádiz y los Puertos. Se formaron a partir de la jota de Cádiz y van teñidas de improvisación, juego y fantasía con el cante. Deben considerarse, por tanto, creaciones espontáneas y felices.
Y con la contentura de saber más de flamenco, en el último día llegará el momento de aprender lasseguiriyas y las soleares, la más altas cumbres del cante y los palos básicos y matrices. Según apunta el profesor Rafael Delgado Calvo-Flores, la seguiriya es «el grito desesperado y existencial del hombre inmerso en cuerpo y alma en situaciones límites»; esto es, en callejones sin salida como la muerte, el amor, el dolor, la culpa... Para ser más objetivos: su compás es de 12 tiempos y se marcan el 3, el 6, 8, 10 y 12. La guitarra lleva el ritmo, el cante va libre.
Por último, el Grupo de Estudios Flamencos de la UGR ha decidido incluir la soleá, el centro neurálgico del cante jondo, cuyo esquema básico de doce tiempos ha sido extensible a otros estilos flamencos del mismo grupo (véase cuadro a la izquierda). El ritmo acentúa los golpes 3, 6, 8, 10 y 12. De éstos, el 3, 10 y 12 suelen ser especialmente marcados en el cante y en el toque. Lo intranscendente, pero también lo trágico, aparecen en sus letras, con alusiones a la vida, el amor y la muerte... En rigor, no debe hablarse de la soleá, sino del cante por soleá, o por soleares, dada la cantidad de variantes y matices que posee. Pero eso será para un curso de súper iniciados, ahora no.